4 de noviembre de 2009

Nosotros contra Ellos - Por Gabriela Arribillaga

Los números son el fiel reflejo de que algo malo esta pasando. La cantidad de pobres va en aumento, y parece que nadie puede ponerle un freno. O tal vez no quiera hacerlo.
La pobreza, indudablemente, trae aparejada la falta de educación. Y sin educación no hay futuro posible.
Todos los días escucho a alguien que se queja del Gobierno, sin tener en cuenta que el Gobierno esta ahí porque alguien lo eligió. O dejó de hacerlo.
Tal vez sea una mirada utópica, pero si no me permito el pensamiento romántico ahora, que me estoy formando, no se cuando podré hacerlo.

Todavía creo en el poder del voto. Probablemente porque desde muy chica me enseñaron que la democracia es la forma más perfecta de gobierno. Sin embargo, nuestra Argentina “democrática” no tiene ni el más mínimo atisbo de perfección. Y entiendo que muchos ya no crean. Pero también creo que dejar de creer es la forma más fácil de sacarse el problema de encima.
Y me enerva ver a mis pares, personas completamente educadas, eligiendo no elegir. Eso me hace pensar que tenemos un problema mucho más grande que la pobreza y la falta de educación.
También crecí sabiendo que Argentina era grande. La mejor. Con los años, en cambio, me desenamore de este país. Y creo que aquel Presidente que dijo que éramos un país bananero tenía razón.

Cuando alguien me mandó a la Villa a filmar “otra realidad” me molesté muchísimo. No por la tarea en si, sino por tener que escuchar esa división entre ellos y nosotros. Casi como si fueran un enemigo al que nos mandaban a estudiar.

Ellos y nosotros somos las dos caras de la misma moneda: la desigualdad. La injusticia que rige este mundo capitalista que no se si me da miedo o asco.
Y de pronto me baje de un colectivo que ni siquiera sabia que existía, y el aire limpio de Km 12 me sopapeo sin preámbulos. De pronto ellos y nosotros estábamos sentados en la tierra tomando mate, charlando como si nos conociéramos desde siempre.
Y ellos, llenos de proyectos, tan organizados me hicieron cuestionarme si es realmente la pobreza la que trae la falta de educación. Tal vez sea simple desinterés lo que nos tiene cada día mas entupidos.
Esas personas tan faltas de todo, pero con tantas ganas revivieron mi orgullo argentino.
Es tan poco lo que se necesita para tener una realidad mas justa que salí del barrio con sensaciones encontradas en mi cabeza: porque… si necesitamos tan poco para ayudar a quien lo necesita, si con una día a la semana yo puedo conseguir que un chico con la cabeza lastimada tenga un medico cerca, ¿como puede ser que entre todos no logremos frenar esta escalada de pobreza?
A lo mejor la solución sea mucho más simple de lo que pensamos. Una mano amiga puede más que mil planes trabajar. A lo mejor el principio de la solución sea simplemente eliminar el ellos de nuestras cabezas. Ser tan solo nosotros seria un buen comienzo.

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